El cuento del hombre más despistado del mundo

El hombre más despistado del mundo monta en cólera cada vez que pierde algo. No es que se líe a patadas con lo primero que pilla porque con el paso de los años ha aprendido a controlarse, pero le da tanta rabia seguir perdiendo cosas con el paso del tiempo que cada vez que se supera en perder algo (porque el hombre más despistado del mundo va a más) se siente desesperado al saber que no tiene remedio y la cólera se apodera de él.
Todo comienza con el hombre más despistado de toda la faz de la tierra de niño. Salió de su casa a la 9 de la mañana para ir al cole y cuando llegó a la puerta se dio cuenta de que no llevaba la mochila. No era mucho pero por algo había que empezar. Aquella vez volvió a casa corriendo y la cogió; al igual que la ocasión en la que se fue al cole con los pantalones del pijama puestos. El pequeño hombre más despistado del mundo comenzaba su imparable andadura.
No tardó en seguir creciendo su despiste. Lo suyo con las llaves de casa era una relación imposible a largo plazo. Cada año perdía varios juegos. La anécdota más graciosa fue aquella en la que fue a tirar la basura; acababa de salir de casa y llevaba las llaves en la mano así que fue a la basura la bolsa de inmundicia y las llaves fueron detrás. Pero esto sólo eran los empieces de algo que se acabó convirtiendo en leyenda.
El hombre más despistado del mundo siguió creciendo y un buen día se compró unas gafas de sol. Las perdió y le gustaba tanto el modelo que se volvió a comprar unas exactamente iguales. Las volvió a perder, pero le gustaba tanto tanto tanto el modelo que se compró las mismas de nuevo... y así podría seguir hasta seis veces, porque el hombre más despistado del mundo empezó a bautizar sus gafas con el nombre y el número correspondiente como si fuesen reyes: Arnette III, Arnette IV, Arnette V y Arnette VI, pero no será la última, eso seguro... Nuestro amigo probó a usar esa cuerda que se le pone a las gafas pero la veía tan sumamente fea e irrisoria que prefirió quitársela aun sabiendo que algún día volvería a perder sus gafas, es así como las Arnette VI llegaron a su vida, porque las Arnette V no tuvieron una cuerda que las sujetase a su cuello. Una vez se dejó una de estas gafas en el techo del coche. Al arrancar sonaron rozando con el techo y resbalando hacia atrás y vio claramente como caían a la carretera. Era una larga recta pero no podía dar la vuelta porque era una comarcal estrecha y no era el sitio propicio para maniobrar así que se quedó mirando por el retrovisor viendo como un coche paraba al lado de las llamadas Arnette III y se las llevaba. Eso es lo que actualmente los jóvenes denominan un "in your face".
Pero las cosas mejoraron con el tiempo. El hombre más despistado del mundo perdió la virginidad y así le parecía que perder cosas ya no estaba tan mal. Ya daba igual que perdiera llaves porque aprendió a abrir puertas con radiografías, así que le resultaba divertido hacerse un par nuevo de vez en cuando. De repente, además, el universo conspiraba a su favor porque perdió la cartera tres veces seguidas en unos pocos meses y las tres veces se la mandaron por correo o se la llevaron a casa y de las tres veces sólo una le faltó el poco dinero llevaba. Una noche perdió su mochila, en la cual llevaba los papeles más preciados que se puedan imaginar. Aquella noche el hombre más despistado del mundo montó en cólera y lo pagó a patadas con los cubos de basura, en el lugar no quedó cubo en pie. Nadie le dijo nada porque parecía un león recién salido de su jaula tras años de cautiverio. El destino es caprichoso y esos papeles dentro de esa misma mochila aparecieron en una de las discotecas donde había estado con sus amigos. Nunca nadie supo que había en esos papeles pero para él eran lo más valioso que había en el mundo. El universo le sonreía y parecía que le protegía de volver a perder algo importante, pero...
Pero las cosas, a la larga, iban a ir a peor. Nuestro protagonista era tan despistado que se fue al caribe y perdió el avión de vuelta pensando que salía un día después por el cambio horario. Esa parecía ser la cúspide de sus andanzas, no obstante un buen día el hombre más despistado del mundo perdió el objeto que más tiempo le había acompañado en su vida (después de su osito de peluche, claro); ese objeto no era otro que la cadena de oro de su primera comunión. Tras una pequeña trifulca nuestro protagonista fue atacado por la novia del enemigo ya que ésta no estaba muy contenta con el resultado de dicha trifulca. La susodicha le arañó el cuello y en un santiamén le arrancó la cadena, cayéndose esta al suelo y perdiéndose irremisiblemente en el olvido de los objetos perdidos por el hombre más despistado del mundo.
Pero lo peor no había llegado porque perdiendo su viejo móvil nuestro amigo se fue a comprar otro de última generación, uno de esos que vale más de 500 euros así que, no pudiéndose permitir un desembolso tal, lo financió en dos años. Al día siguiente se le calló del bolsillo conduciendo su moto y el móvil, al igual que los demás objetos, subieron al barjala de los objetos perdidos por el hombre más despistado del mundo.
Y aquí estoy ahora, habiendo perdido mil llaves de casa, mil gafas de sol, dejándome ropa cada vez que voy a algún sitio, habiendo perdido mil carteras, la cadena de oro de mi primera comunión la cual no me había quitado desde los 10 años y lo último, un móvil de 500 euros que tengo que pagar en 2 años y que he disfrutado durante un día, ¿y sabéis qué? que no me importa. Soy el hombre más despistado del mundo y cuando me dicen que un día voy a perder la cabeza yo, sonriendo la broma, siempre pienso que a este ritmo la broma se ha de convertir en realidad algún día y al escuchar esa frase se me revuelve un poco el estómago y pienso que sin cabeza no llegaría muy lejos en esta vida. De todas formas aquí sigo, con la cabeza sobre los hombros... ¡por ahora! Alguien tendrá que seguir perdiendo cosas para que un gran afortunado se las encuentre.

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