"Mirada+Amor=Infinito²". Va por ti Sampedro

Quería escribir una entrada en honor a José Luis Sampedro, fallecido hace unos días. Un elogio mío sin más, mis palabras sobre él, no le iban a hacer honor ni de lejos, así que voy a reproducir un texto que escribí no hace mucho y que en esencia, creo, contiene su filosofía de vida.
Él fue uno de los pensadores que me ha enseñado a pensar. Leerle y escucharle han sido y seguirán siendo dos de las cosas más bellas que me han pasado en la vida. La verdad sea dicha como homenaje, antes de ayer fue la primera vez en mi vida en llorar por la muerte de un personaje público. Pero José Luis Sampedro no era sólo un personaje público, era la Sabiduría personificada. Era el Sentido Común convertido en Palabra y Hecho.
Sampedro sabía mucho de la vida, quizás porque llevaba mucho tiempo en ella. Creo que era una mezcla de tres elementos: lucidez, experiencia y sabiduría. Su forma de utilizar la palabra Vida trascendía el significado de la propia palabra, al igual que su utilización de la palabra Libertad, que también trascendía tal léxico. Su Libertad se le quedaba pequeña a la libertad. Sampedro nos enseñó cosas que en realidad todos sabemos desde que nacemos, porque para él donde de verdad se vivía feliz era en nuestro ser verdadero, ese del que nos vamos alejando cada vez más desde que nacemos hasta que morimos. Él nos decía que nos habíamos olvidado de lo verdaderamente importante, de donde venimos que es la naturaleza, el planeta Tierra y más allá, el cosmos. Y de aquí trascendía su filosofía de vida: Vivir en armonía con ese cosmos, vivir en armonía con el ser humano y con el planeta que habitamos. Algo que todos sabemos y que ninguno aplicamos. Esa armonía era el significado de su Libertad, su Amor y su Sentido Común, la paz con uno mismo y la paz con nuestro entorno. Tal solidaridad con el prójimo, que estaba más cercana a la propia figura histórica de Jesús que el propio Vaticano.
Toda esta armonía se vio reflejada en su pensamiento político y nos enseñó a indignarnos contra la injusticia. Su pensamiento político se basaba en la Justicia. Pero no la justicia de las leyes, la cual -como bien han escrito ya muchos sabios del Derecho- puede ser una justicia injusta por naturaleza. La Justicia de Sampedro era una justicia moral, igualitaria...
En fin... Estoy muy triste por la muerte de José Luis Sampedro pero el ejemplo vivo que significaba, en palabras de la también fallecida Chavela Vargas, no ha muerto, ha trascendido. Aquí va éste mi texto que habla del cosmos y del amor, de una armonía producida durante un segundo y que ojalá todos pudiéramos experimentar siempre. Una armonía basada en el amor, parte primigenia de la filosofía de Sampedro.

"Mirada+Amor=Infinito²"

El funcionamiento del espacio-tiempo es algo que ha fascinado a la humanidad a lo largo de la historia. Einstein concluyó que el tiempo era relativo, que todo sucede en un abrir y cerrar de ojos; todo sucede aquí y ahora. Pero esa fabulosa conclusión no sacó a la humanidad del interrogante interior y, cuanto menos, hoy día, el espacio infinito es un misterio y la fugacidad de las cosas,  plausible antítesis, también lo es. La relación entre infinito y fugaz puede parecer que a priori se nos escape de las manos pero como dijo Jack el Destripador, vamos por partes. 
Primero, el universo tiene la edad de trece mil setecientos millones de años. Paraos unos segundos a pensar en esta cifra y luego seguís leyendo… Trece mil setecientos millones de años… Yo me mareo de pensar en tanto tiempo. ¿Qué significa entonces eso de fugaz? En comparación con ese tiempo para nosotros, la propia vida, ha de ser fugaz. Algo mucho más infinitesimal que un parpadeo para el universo. Y os daré otro dato: El universo observable mide, por lo menos, noventa y tres mil millones de años luz. Respirad, parad, pensad en esa distancia. Noventa y tres mil M-I-L-L-O-N-E-S de años L-U-Z.
¿Qué somos en mitad de todo eso? La filosofía humana lo resume cómicamente en la frase que se escucha en todo entierro, “¡¡¡no somos nadie!!!”. Pero quiero creer que sí, que somos alguien. Imaginaos a alguien en un día soleado de verano. Un desconocido. Imaginaos que la mirada de esa persona se cruza con la de otra en cualquier lugar de este planeta llamado Tierra y que los dos sienten algo especial el uno por el otro ¿Algo fugaz o algo infinito? En un universo de noventa y tres mil millones de años luz de extensión y de trece mil setecientos millones de años de duración, supongo que millón arriba millón abajo, imaginaos que esas dos miradas se cruzan un día y se enamoran coincidiendo en tal abismo de espacio y tiempo. ¿Qué probabilidad había en esa inmensidad de espacio y tiempo de que se cruzasen esas dos miradas? Justo esas dos. ¿Cuánto duró ese cruce de miradas en un punto concreto de este gran universo? Quizás menos de un segundo. Imaginaos este gran abismo de espacio y tiempo donde vivimos, el universo, y a continuación seguramente os sintáis muy pequeños. 
No sé vosotros pero yo, personalmente, daría mucho por volver a sentir lo que el desconocido que os habéis imaginado sintió en aquel cruce de miradas, en aquel intervalo de tiempo tan corto y tan interminable a la vez. Cambiaría todos los millones de años del universo por ese segundo. ¿De qué sirven todos esos millones de años y todo lo demás sin ese segundo? Un momento cortísimo que produce una sensación de inmortalidad que seguramente sólo sea una pequeña reacción química en el cerebro, pero que a la vez es más grande que este universo y los que dicen que hay más allá.
Después de ese segundo en el cual la mirada de nuestro desconocido se cruzó con otra mirada, seguramente viniesen algunos años en los que la perfección existió. En los que el tiempo se paraba y en los que las sonrisas duraban más de un millón de años luz. Seguramente también hubo un tiempo en el que el universo se le quedó pequeño a lo que sentían esos corazones y ese tiempo puede ser que durase tan sólo unos años, pero da igual porque para ellos sería infinito. Quizás nadie recuerde esos cruces de miradas cuando sus protagonistas ya no estén para recordarlos, pero si una mirada puede parar el tiempo y puede volverse más grande que el infinito entonces eso es digno de ser contado.
Fue fugaz. Lo fue todo y fue un parpadeo en el universo. ¿Fue real o fue inventado? Sólo duró unos años y se acabó como se acaba todo. Pero a mí ese cruce de miradas, todavía hoy, me parece infinito. Y me pregunto qué pensaría el universo si pudiese pensar ¿Qué diría si pudiese hablar? Yo creo que afirmaría tener envidia y sin dudarlo también afirmaría que cambiaría toda su duración, toda su inmortalidad, por sentir ese segundo y por esos años de perfección.
Y ahora, cuando acabe de escribir, voy a cerrar los ojos y a dejarme llevar porque el recuerdo es algo que nadie nos puede quitar, y voy a pensar en ese segundo. Hoy no estoy de luto por un fragmento de tiempo tan corto que casi pasó desapercibido, porque creo que lo infinito no muere nunca. Y el amor es inmensurable y ese segundo lo fue. El universo en cambio se le queda pequeño. Pues sí que se puede medir.

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