La muerte de un sueño

La hoy denostada Transición trajo algo muy bueno e incluso novedoso a nuestro país, el denominado Estado del Bienestar, el cual no era otra cosa que la universalización de la enseñanza y de la sanidad así como de la cobertura social por parte del Estado a los que menos tenían y a nuestros abuelos mediante un sistema de pensiones muy digno. Pero vamos a llamarlo de otra forma en vez de universalización, mejor diremos la apertura a la clase obrera de la enseñanza superior y uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo. Estos dos logros fueron algo digno de alabanza para una clase política que demostró su valía renunciando cada lado, la izquierda y la derecha, a muchos asuntos importantísimos para ponerse de acuerdo.

Hablemos de la sanidad. En el año 2000 España ocupaba según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el octavo lugar entre los mejores sistemas sanitarios del mundo. Sólo nos superaban y en este orden Francia, Italia, Singapur, Omán, San Marino, Andorra y Malta. Este sistema, el octavo mejor del mundo, era fruto de esa socialización del Estado que llegó con la democracia y con la Constitución.

Los hijos de los obreros, aquellos que quisieron, pudieron estudiar un oficio en la antigua Formación Profesional y también pudieron ir a la Universidad. Sus padres fueron labradores durante el franquismo y ellos se convertían en profesores, soldadores, ingenieros, mecánicos, médicos, economistas, abogados y un sinfín de cientos y miles de profesiones que se os puedan ocurrir.

Y a la derecha franquista esto le encantó, porque no olvidemos que el franquismo, al igual que el nazismo o el fascismo italiano, fueron movimientos nacional-socialistas que abogaban por un gran control del Estado y que tenían políticas de protección para la clase obrera, eso sí, una clase obrera nacional. El odio del franquismo hacia la democracia solo era proporcional al mismo odio que sentían por el liberalismo, así que así empezó a cabalgar el Estado del Bienestar en España, y fascistas y socialistas, comunistas y demócratas tan contentos.

Pero a la escena política empezaron a llegar especímenes de la clase de Esperanza Aguirre (aprendiz de Tatcher) y con su discurso patriota encandilaron a esa derecha que siempre se deja encandilar por los cantos de sirena, la misma derecha obrera que ahora se ve acuciada por la crisis. Lo que no sabía ese electorado de derecha era que a los liberales del PP poco les importaba España y los españoles. Que a ellos les importa la macroeconomía y no las personas, el dinero y no los sueños de la gente, los bancos y no los desahuciados que duermen en tiendas de campaña y se quitan la vida porque no tienen donde caerse muertos. Esa gente no sabía que la calaña de Esperanza Aguirre prefería antes salvar a un banco que a miles de personas, por cierto españoles y patriotas también.

Como escusa pusieron la crisis y en 2008 comenzaron a socavar el Estado del Bienestar. Prefirieron hacer una ley que facilitara el despido antes que ponerse del lado de los trabajadores; así pues el paro siguió y seguirá creciendo por causa directa de la nueva ley que puso en marcha el gobierno de Rajoy. No sólo eso sino que en Madrid, feudo liberal, han privatizado hospitales y han subido las tasas universitarias como en ningún lugar de España. También vemos privatizaciones en Galicia y Valencia y asistimos aterrorizados a las consecuencias que ya se dijo que traerían esas prácticas de no atender a inmigrantes sin papeles. Ya han muerto varios por esta causa y no puedo considerarlo otra cosa que un asesinato político e institucional, pues si había un sistema que antes salvaba la vida de personas de toda clase y condición ¿por qué cambiarlo? Yo al menos me sentía orgulloso de que mis impuestos fuesen a parar a tan altos fines humanitarios y me sentía por lo tanto muy orgulloso de mi país.

No estoy haciendo una loa antiliberal porque el liberalismo es positivo para crear riqueza y empleo, pero antes coexistía con el socialismo de tal manera que había temas intocables -pensiones, sanidad y educación- y había un equilibrio simbiótico. Ahora los liberales han perdido la vergüenza y el miedo y están haciendo su revolución, pero no una revolución para beneficiar a la mayoría social sino la revolución del dinero; la revolución de la codicia y de hacer negocio de cualquier cosa, es decir, de la vida de la gente si hace falta y a cualquier precio. Y así vemos como el sistema cada vez cubre a menos gente y como va muriendo ese sueño que es el Estado del Bienestar. El modelo a seguir es EE.UU., donde el gasto medio por paciente es muchísimo más elevado que en España y que en la mayoría del mundo pero donde su sistema de salud cubre a poca gente en comparación con otros países similares y estaba en el año 2000 en el puesto 37 porque allí curar ya no es un deber para el Estado sino un negocio.

En el sistema educativo superior pasa lo mismo. Igual que se hace política liberal salvando a los bancos con miles de millones de euros no se salva a las universidades en bancarrota a las que haría falta mucho menos dinero. La estrategia es clara, dejar que mueran poco a poco para al final ser privatizadas con la escusa de que no son "rentables". Pero la rentabilidad social no se mide por dinero sino por un sistema que cubra a la mayoría y que permita estudiar tanto a los hijos de Esperanza Aguirre como a los hijos de los obreros, porque seamos claros, ya no hay clase media en este país o está casi extinguida. El Estado del Bienestar va a la quiebra y es lo único que separa a las clases bajas del liberalismo que las devorará como se ve que ha pasado en EE.UU.; por eso es importante votar a partidos de la izquierda que lleven en sus programas mantener este sistema que cubre a todos y que, está demostrado, es más barato para las arcas públicas que los sistemas privados a los cuales siempre hay que rescatar y que dar millones y millones de nuestros bolsillos.

La muerte de ese sueño que fue el Estado del Bienestar ha comenzado pero si bien es verdad que ahora está enfermo también es verdad que nosotros, con nuestros votos -esa bendita dictadura de la urnas que se llama Democracia- podemos salvarlo. La privatización en los hospitales de Madrid por ahora sólo ha traído listas de espera más largas y un servicio peor para los ciudadanos. Luchemos amigos, luchemos por lo que verdaderamente importa que es aquello que nos pertenece a todos.

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