Madrid-Londres o imaginar que alguien te abraza

No podía creerlo, se le había echado el tiempo encima. Sólo ducharse, secarse el pelo y arreglárselo como ella quería le había llevado más de 25 minutos. Pintarse las uñas, maquillarse, elegir qué ponerse... y por si fuera poco huelga de metro. Todo ello provocó que llegase más de media hora tarde.

Juan estaba allí, tan alto y delgado como siempre, con esa cara afeitada que tanto le gustaba a ella, con sus zapatos puntiagudos y su americana de algodón azul marino y la chulería innata que hacía de él un polo de atracción para ella. Julia no pudo evitar sentirse nerviosa y al respirar profundamente para calmarse notó como le palpitaba el pecho. -¡Hola! -le dijo poniéndose de puntillas para darle dos besos. -Siento el retraso, la huelga de metro... -Él no le dejó acabar la frase abalanzándose sobre ella para abrazarla con fuerza. -¡Hola!, no pasa nada, ¡cuánto tiempo!

Hacía más de dos años que Juan y Julia no se veían y ella no estaba segura de si deseaba volver a verle o simplemente coger de nuevo el vuelo a Londres donde la distancia entre él y ella le había hecho llevar mejor su separación.
-Bueno, y cuéntame... ¿qué tal todo este tiempo? -le preguntó Juan con una cara entre seria y solemne cuando ya se hubieron acomodado en un sofá de aquel hermoso lugar. Ese invierno nevaba en Madrid y él mismo había elegido el hall de un céntrico hotel con piano y chimenea. A ella le sorprendió que Juan se molestase en llevarla a un sitio con pinta de ser especial ya que aunque habían sido pareja durante tanto tiempo aquello sólo era una cita entre viejos amigos, -¿pero entonces por qué me he arreglado tanto? Me he equivocado peinándome así y maquillándome -pensó mientras se sentaban cerca de la chimenea.
-Todo bien... -contestó dubitativa. No sonó muy creíble así que lo intentó arreglar irguiendo la espalda y sonriendo. -Londres es una ciudad maravillosa -dijo (pero le faltas tú, pensó).

Cuando terminaron con su relación ella pidió un traslado a Inglaterra en la multinacional donde trabajaba. Tuvo suerte, sólo tardaron 7 días en concedérselo así que no le dio tiempo a arrepentirse. Allí, en la ciudad del Támesis, se dedicó a ella, a curarse, a encarrilar todo lo que había perdido por el camino durante sus últimos años de descarrilada relación. Se dedicó a leer a Dante, a Cervantes, a Shakespeare y a Lope porque le encantaban los clásicos aunque también le dio tiempo a leer a Hemingway y a Dostoievski. Pasaba las mañanas trabajando y las tardes metida en casa leyendo acurrucada. A veces también salía a hacer turismo o a tomar algo con sus amigos del trabajo pero las más de las ocasiones lo que de verdad le gustaba era taparse con una manta y quedarse en casa con un buen libro. Perfeccionó su inglés entre el trabajo y una academia y le hicieron falta dos años para sentirse con fuerzas de volver a Madrid. Julia pensaba que en dos años se pueden vivir dos vidas o pueden ser tan estáticos que nada parezca cambiar alrededor aunque todo cambie por dentro. Ella había cambiado por dentro y ahora estaba preparada para volver a verle.
Juan le contó que había seguido en Madrid haciendo su vida normal, intentando alejarse de los periódicos y de las noticias, de la situación económica y del sentimiento de crisis que atravesaba el país. Le contó que había ascendido a encargado en su empresa de publicidad y marketing aunque cuando lo dejaron estuvo dado de baja unas semanas. Que el jefe fuese su padre había ayudado a conseguir esas semanas libres para él, si bien es cierto que las necesitaba.

-¿Y cómo es el tiempo en Londres? ¡Pasarás mucho frío por las noches! -le dijo él entre el ambiente distendido que se había creado con la conversación.
-Las noches en Londres no son tan frías. No sé si puedo decirte esto, pero... ¿sabes lo que hago cuando no me puedo dormir?
-¿Qué haces?, -contestó él un poco confuso. Ella le miró.
-Me doy la vuelta y recuerdo cuando te decía que me abrazases para dormir; entonces me imagino tu mano pasando por encima de mi cintura y que estás ahí, detrás mía. Siento tu brazo rodeándome y eso me da calma y me ayuda a dormir. -Él se quedó estupefacto y Julia reaccionó risueña y quitándole importancia al momento. -¡Mira de algo me sirvió nuestro tiempo juntos, me ayudas a dormir! -Le dijo con guasa dándole una palmadita en la espalda.
Se miraron y guardaron silencio hasta que ella apartó la mirada. -Lo siento no quería molestarte, sólo era un comentario. -Tranquila no me ha molestado, -contestó él.
Al salir del hotel ella se abrigó, Madrid estaba blanco y hacía un frío polar. Se pusieron en frente para despedirse y él le subió la bufanda del todo cariñosamente, tapándole la punta de la nariz y las orejas. En ese momento algo sucedió.
-Te echo de menos Julia.
-Yo también a ti.
-¿Qué se te a perdido en Londres? -preguntó Juan.
-¿En Londres?, ¿eres tonto o qué te pasa? -Ella le pellizcó el brazo. -En Londres no se me perdió nada, se me perdió en Madrid...
-Con el tiempo... cuando te fuiste a Londres me dijiste que nunca es tarde para empezar algo nuevo... y te fuiste.
-¿Eso te dije? No me acuerdo -A Julia no le gustaba hacia donde estaba yendo la conversación, le había costado mucho volver a ser ella misma y volver a pensar en su vida independientemente de la de Juan. -Mira Juan, estos años han sido difíciles, he sido como un oso invernando en su cueva y ahora que salgo no puedo volver a enfrentarme a nada que pueda hacerme daño de nuevo.
-Claro, sí, lo comprendo. Solo digo que ojalá fuese verdad que nunca es tarde para empezar.
-Claro, ojalá.

Se abrazaron. Fue un abrazo muy largo y silencioso y así se despidieron. Cuando ella estaba entrando en el metro y acordándose de que tendría que esperar al menos 12 minutos gracias a la dichosa huelga de metro le llegó un whatsapp, era de Juan: "Ojalá tu avión no saliese mañana... te quiero". Julia comenzó a llorar. Al llegar a casa abrió la pantalla del portátil y entró en la página web de la compañía aérea con la que volaba al día siguiente...

El móvil de Juan vibró: "Mi avión ya no sale mañana".
Volvió a vibrar: "he cancelado el vuelo".
Volvió a vibrar una última vez: "¿y ahora qué?".

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