Enseñar, aprender, abarrotar Sol en Navidad.

Podemos pensar que sabemos mucho, podemos creer que sabemos demasiado y que el de nuestro lado sabe mucho menos que nosotros. Podemos creernos e incluso sabernos unos listillos y podemos pensar que el otro es tan tonto que yo a su lado soy el príncipe de los inteligentes. Podemos creernos los reyes del mambo y pensar que el mundo es injusto con nosotros y creer a la vez que el de al lado es tan obtusamente corto de miras que se merece todo lo que le pase y aun más y además mirarle con cara de desprecio y tratarle como a un paria analfabeto y estúpido y con un poco de asco porque, obviamente, él es tonto y yo soy listo y está por debajo mía en mi recta escala de valores (una escala tan subjetiva como la inteligencia del que piensa así, que en este país son muchos y de muy variada procedencia y clase). Ya escribí en el pasado sobre este tema pero hoy quiero hacerlo desde otra perspectiva, quizá para llegar a la misma conclusión.

En este país hay mucha gente que dice que tenemos lo que nos merecemos y que la gente ha sido tonta o estúpida o vaya usted a saber qué más adjetivos malsonantes, y que por ello, ahora, que se jodan. Pero la realidad no es esa; yo soy de la opinión de que ser ignorante no es ser estúpido. Ser ignorante en algo significa desconocerlo, no haberlo aprendido ni haberse informado sobre ello; simplemente ignorar es no saber. Yo me considero tan ignorante en tan grande cantidad de aspectos que según pasa el tiempo y aprendo sobre más cosas me voy dando cuenta de que ignoro todavía muchísimas más. Por cada puerta que abro para conocer algo nuevo aparecen otras diez cerradas que sé que aunque sea por mera falta de tiempo jamás podré abrir.

Pero hay cosas en las que no soy ignorante y mi deber es enseñarlas para que el mundo mejore en vez de quejarme amargamente (que como válvula de escape social vale, pero hay que ir más allá). Esta reflexión viene a colación de lo que acaeció en la madrileña Puerta del Sol el otro día ¡Se colapsó de gente! (Pinchando aquí se puede leer la inverosímil noticia) Ni más ni menos, no entraba ni un alfiler en la plaza y tuvieron que cortar la línea de metro para que no se bajasen más personas; por si fuese poco la policía tuvo que hacer cordones humanos para que no entrase más gente en el abarrotado lugar que recibía la máxima afluencia de gente el día 6, festivo, a eso de las siete de la tarde para ver el navideño alumbrado invernal. Un amigo mío decía que la gente para eso sí que se moviliza, para ver las luces de Navidad sí colapsamos el centro pero para ir a manifestarnos por nuestros derechos no somos capaces de movernos del sofá. ¡Es que tenemos lo que nos merecemos! dijo tajante. Y le di la razón a mi amigo pero luego pensé que ambos estábamos equivocados.

Es muy triste darse cuenta de esta triste realidad, de que en mi país la gente es capaz de venir hasta Madrid (porque muchos de los que abarrotaban la plaza eran foráneos de visita en la capital un día de fiesta) y que la plaza no se llena cuando se tiene que llenar, cuando la ciudadanía tiene que gritar al unísono y unirse ante los recortes sociales que siguen acaeciendo -últimamente con la Ley Mordaza o las cuchillas en las vallas de nuestras ciudades africanas-. Pero es que esa gente tiene todo el derecho del mundo de ir a ver el alumbrado navideño y no sólo tienen todo el derecho si no que les animo a hacerlo porque es realmente bello. Esa gente, como yo y como tú, tiene el derecho de decidir sobre qué hacer en su día libre y de huir de su rutina; si quieren ir al centro pues adelante, ¿o es que ya hasta eso nos vamos a criticar los unos a los otros? Verdaderamente me pregunto ¿estamos enfermos o qué?

El problema viene después, cuando la gente que sabe los porqués por los que vamos a las manifestaciones no somos capaces de enseñárselos a los que sólo van a ver el alumbrado navideño; en vez de eso se dedican algunos a faltar al respeto y a enfrentarse a los que creen que saben menos que ellos. Sí, ya saben, frases como somos tan tontos que tenemos lo que nos merecemos. Pues quizá la culpa no sea del que sólo va a Sol a ver el alumbrado sino de los que les dan la espalda y no les enseñan lo que esa gente debería saber para tener una opinión verdaderamente formada y crítica de lo que está pasando en este país. Si la población ignora lo que este infame gobierno está haciendo habrá que explicárselo en vez de arremeter contra ellos como si fuesen parias. Quien piense que la mitad de España está formada por estúpidos que se mire al ombligo y observe su culpa y si se cree tan inteligente verá su cerrazón por no querer o no poder enseñar a los demás y por no intentar cambiar su entorno políticamente. Tenemos que enseñar. Debemos enseñar. Es o eso o el cuadro de Goya de dos españoles apaleándose eternamente sin poder moverse del sitio... o empezamos a construir y a enseñar o nos vamos a moler a palos y ya lo están haciendo desde el Congreso ¿qué quieren los inteligentes?


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