De la libertad y la pandemia

Vayan por delante dos premisas. Lo primero que me tatué, a los veinte años, fue la palabra "libertad", porque creía (y así lo sigo haciendo) que es el valor más importante para un ser humano. La segunda premisa es que, aún así, estoy a favor de las cuarentenas para salvar las vidas de mis compatriotas ¿pero de qué tipo de cuarentenas? Libertad y cuarentena son dos términos contradictorios, pero en la vida hay que aprender a nadar en las turbulentas aguas de la contradicción, para lidiar con ella de la mejor manera posible.
Si observamos las curvas de contagios y de defunciones en la primera y segunda olas de coronavirus podremos ver fácilmente como la primera cuarentena funcionó. La curva creció de manera explosiva en marzo y abril y gracias a una cuarentena dura, en la cual solo podía ir a trabajar el personal esencial, la sociedad española triunfó sobre la enfermedad, viendo como caía la curva de contagiados y fallecidos con la misma rapidez con la que había subido. Por lo tanto ese sacrificio, esa pérdida de nuestro bien más preciado -la libertad-, tuvo su premio; sirvió para salvar miles de vidas. Además fue una cuarentena general, solidaria, donde todos los españoles nos sacrificamos por el bien común.
Ahora, en la segunda ola, se plantean medidas diferentes, también de pérdida de libertad; pero al contrario que en la primera ola, esta vez no están teniendo resultados. Por lo tanto ¿por qué iba a estar a favor de que me quiten la libertad para nada? Entre septiembre y octubre he estado confinado cuatro veces. Primero fue en un pequeño espacio de mi distrito de Madrid, Vicálvaro. Luego he estado confinado dentro de toda la ciudad. Y ahora nos confinan en los dos puentes. Solo en los dos puentes, por días. Quitándonos a los madrileños, a todos, la libertad de movimiento en nuestro tiempo de ocio, pero no en nuestro tiempo de trabajo ¿No es eso esclavitud? ¿Quién pierde y quién gana en este juego demencial? Pierden los trabajadores, desde luego. Adiós a nuestro tiempo de ocio mientras tenemos que seguir trabajando de lunes a viernes, como si el virus no contagiase en un transporte público usado millones de veces en un solo día. Pierden los estudiantes, con las bibliotecas cerradas y las universidades a medio gas, hipotecando la formación de las generaciones que en el futuro sostendrán nuestro país. Y pierden los enfermos, que tampoco tienen ya la libertad de ser atendidos por un médico a no ser que sea por teléfono, cuando cualquiera sabe que la "medicina a distancia" no existe, ni puede existir. El médico necesita ver al paciente para saber qué le pasa.
¿Y quién gana? Los políticos hablan de la economía, pero los que ganan son los empresarios que viven del trabajo de los demás. Ese mismo empresario que no aparece por la oficina o que va en coche mientras que muchos van en un Metro cuyo aire viciado y caliente ya es difícil respirar a las 18.00 cuando vuelves a casa (y más con la mascarilla puesta).
Si sirviese de algo este confinamiento que llaman "quirúrjico" yo lo aceptaría de buen grado. Pero vemos las gráficas de la segunda ola y no solo no bajan sino que se estabilizan o suben el número de contagios y fallecidos en nuestro país. Y no puedo aceptar que me quiten la libertad mientras el virus sigue expandiéndose y hay más de un centenar de fallecidos al día sin visos de desaceleración en dicha cifra.
Amo la libertad por encima de todo, no obstante estoy dispuesto al sacrificio para salvar vidas, pero no al sacrificio por el sacrificio, es decir, para nada, como ahora sucede.
En estos confinamientos que están proponiendo las comunidades, no estamos salvando vidas. No están sirviendo de nada. La única manera de rescatar compatriotas de las garras mortales de este virus es volver a hacer lo que hicimos en marzo y abril. Si nos quieren quitar la libertad para parar al virus el único camino es el de la primera ola, es decir, que solo los trabajadores esenciales puedan salir de casa. Ya se han hecho estudios de cuanto le cuesta esto al Estado, en términos de ERTES, y son unos 2500-3000 millones de euros, los mismos que el erario público ha utilizado para rescatar a las multinacionales que se les ocurrió la brillante idea de construir autopistas de pago alrededor de Madrid.
Por último, si lo que quieren es tomar medidas para que en los telediarios parezca que están haciendo algo, mientras que el número de contagios y de fallecidos nos dice que esas medidas no sirven para nada, mientras nos quitan la libertad de movimiento, que no cuenten conmigo. Que tampoco cuente conmigo un Estado que no permite que un médico de la seguridad social me vea por la mañana mientras que deja que ese mismo médico me vea por 120 euros a través de una aseguradora privada por la tarde. Porque un Estado tiene que servir a su pueblo, no ponerle impedimentos. Porque, como dice la sagrada Constitución, la soberanía nacional reside en el pueblo español, por lo tanto si las instituciones del Estado no sirven, el pueblo tiene derecho a rebelarse contra ellas. Y cuando hablo del Estado no me refiero al Gobierno de la nación, porque el Gobierno cogió el toro por los cuernos en marzo y la curva descendió. Al hablar del Estado me refiero a todas las instituciones representantes de la soberanía nacional sin olvidar que tanto la sanidad como la gestión de la pandemia está en manos de la comunidades autónomas.
En difinitiva: Pérdida de libertad para salvar vidas: Sí. Pérdida de libertad en forma de confinamientos "quirúrjicos" para que los empresarios puedan seguir ganando dinero mientras el pueblo sigue muriendo de coronavirus no.

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